martes, 12 de abril de 2016

El aplauso del cinismo

He de compartir este texto publicado por Rubén Uría en Eurosport sobre el fenómeno Leicester y la traslación que supondría este fenómeno a la LFP. La falsedad de los medios y el asqueroso mundo periodístico en España. Comparto este texto porque lo apoyo en su totalidad.
Además del texto en sí os dejo el enlace del blog de Rubén Uría al final.


Un abrazo! Selu Pérez


"En la liga del dinero, Cenicienta va camino de que su carroza no se convierta en calabaza cuando sean las doce. El Leicester City, que roza una gesta memorable, acapara los elogios de prensa y afición mundial. Un equipo que sería rico en España y es pobre en Inglaterra, está cerca de hacer realidad lo que parecía imposible. El fenómeno de los Vardy, Kanté o Mahrez ha conseguido que los “zorros” se hayan convertido en el segundo equipo de casi todos los británicos, y en el segundo de una gran mayoría de aficionados españoles, atrapados por el mérito descomunal de un equipo que ha pasado de pelear por no descender a tener, a tiro de piedra, el campeonato. No deja de ser una gran paradoja que el “boom” del Leicester esté causando impacto en España, donde miles de aficionados y cientos de periodistas están aplaudiendo su temporada. Curioso, porque aquí sería casi imposible que irrumpiera un equipo así, modesto pero competitivo, ya que en España el reparto de los derechos televisivos sigue siendo, a pesar de los avances, un abuso. No se trata de que los que más generan cobren menos, sino de que las distancias entre todos no sean tan disparatadas, porque eso beneficia un sistema de castas, donde los dos de siempre, Madrid y Barça, gestionan un reino de taifas. Lo fácil es disparar a Tebas, pero lo cierto y verdad es que los clubes, todos, le pusieron ahí. Y que todos los que ahora se sienten agraviados, en su día, firmaron con el brazo lo que luego quisieron borrar con el codo. Los clubes, todos, con su miedo y permisividad, son los grandes culpables de haber perpetuado un sistema viciado y una competición tan desigual como amorfa.

Inglaterra importa un campeonato donde muchos pueden ganar. España importa al mercado una competición entre Madrid y Barça, un duelo entre Cristiano y Messi, donde el resto de clubes, reciben trato de ciudadanos de segunda. Es obvio que los ingleses recaudan más, que tienen más arraigada la cultura del pago por visión y que el dinero no siempre construye un campeón, pero existe un abismo entre el sistema de competición inglés y el español. Inglaterra no es el paraíso, porque los clubes suelen fracasar en Europa y son propiedad de multimillonarios y de remanentes de capital extranjero, pero puede presumir de tener el mejor campeonato posible para los aficionados. No tiene los mejores jugadores del mundo, pero sí los partidos más locos, atractivos y competidos. Incluso algunos malos, pero divertidos y sobre todo, emocionantes. Y en esencia, eso es el fútbol, amigos: igualdad y emoción. El resto es literatura, portadas de periódicos, programas del No-Do y vídeos de YouTube. Inglaterra no tiene a dos superpotencias mundiales que se reparten el cotarro, pero sí cinco, seis o hasta siete equipos que pueden pelear el título cada año. Y de propina, tiene una justicia deportiva seria, un respeto reverencial por los mitos y un sentido de la tradición maravilloso, amén de una organización modélica, donde los aficionados saben el calendario con rigurosa antelación, porque los ingleses, como buenos inventores de esta historia, saben que el fútbol pertenece a los aficionados.

Más allá del modelo televisivo del campeonato, está la cultura deportiva del aficionado y el tratamiento mediático que reciben los equipos. En Inglaterra existen programas de culto y referencia en los que los resúmenes de los partidos se emiten en un riguroso orden, en base a un único criterio: da igual si el equipo es grande o pequeño, importa el grado de espectacularidad del partido o su trascendencia en clave clasificatoria. Aquí no importa que el líder sea el Betis, el Atlético o el Valencia, el 90% del tiempo de deportes se dedica a informar, de manera artificial y masiva, de Madrid y Barça. No hay programa que no sea un No-Do completo de blancos y azulgranas, o un rosario de qué han comido, desayunado, bebido y hasta merendado. Si son noticia, abren el programa. Y si no lo son, también. El resto recibe, como en los derechos de televisión, trato de comparsa. De mero relleno. Un fenómeno como el del Leicester, para la prensa española, apenas sería una moda. Una que dejaría de serlo si amenaza el negocio, que consiste en publicitar, encumbrar y enfrentar a los dos de siempre, elevando la anécdota a categoría.

En Inglaterrra no existe la halitosis mediática y se nota: los aficionados consumen información puntual de todos los equipos, un modelo que contrasta con el español, que consiste en el peloteo constante y el debate reiterado en torno a los dos de siempre. No deja de ser curioso que muchos periodistas españoles que aplauden al Leicester por su enorme mérito ganando el 70% de sus partidos por 1-0, sean los mismos que contribuyen a echar porquería sobre un equipo que ganó la Liga, a Barça y Madrid, ganando muchas veces por 1-0. De aquel Atlético decían que “ya caería”, que no jugaba a nada, que era el equipo violento y que sólo sabía marcar en jugadas a balón parado, como si estuviese prohibido. Los que ponían a caldo el juego del Atleti campeón son los mismos que ahora son fanáticos incondicionales del Leicester, curioso. Aún lo es más la concepción global de la industria periodística. De la Real campeona en los ochenta se dijo que era el antifútbol, que era catenaccio puro; del Athletic de Clemente que era la apología del fútbol defensivo; del Valencia de Rafa Benítez que era una fealdad; del Sevilla que mereció ganar la Liga con Kanouté y compañía, que eran una panda de pendencieros; y ya saben, del Atlético, que no jugaba a nada. No deja de ser sorprendente que los que hoy jalean al equipo de Ranieri, por tener menos dinero que los grandes y por casi siempre ganar 1-0, sean los mismos que siempre que aparece una alternativa de poder, le dan jarabe de palo y trato de morralla.


Es fácil aplaudir el mérito ajeno en otro país. Aquí ya es otra cosa. La industria no lo ve con buenos ojos, el periodismo menos y para qué engañarnos, muchos aficionados, menos. Aquí no quieren que exista un Leicester City. Casi nadie quiere que su equipo gane menos dinero para dar oportunidades de ganar a otro. Entre otras cosas, porque más allá del todavía abusivo reparto de los derechos televisivos, aquí existe pánico a alterar el orden establecido. Aquí destrozarían a ese equipo, dirían que juega feo, que tiene suerte, que no propone nada nuevo, que tiene mano con los árbitros y que es el menos malo. Aquí nadie quiere tope salarial, ni un reparto equitativo, ni una prensa que dedique al resto de 18 equipos una atención digna y decente. Aquí todo consiste en cambiar para que nada cambie. Luego, eso sí, aparece un Leicester City y todos aplauden, batiendo el récord del mundo de cinismo. Un buen amigo sostiene que muchos de los que se han enamorado del Lester este año son los mismos que aquí desprecian, por sistema, los derechos, méritos y posibilidades de Rayo Vallecano, Málaga, Sporting de Gijón o Granada. Hoy le he vuelto a preguntar sobre esa cuestión y qué motivos tiene para su teoría. Él me ha dicho que no es lo mismo predicar que dar trigo. Y que lo que sucede es normal en un país acostumbrado a dividirse en dos, que vive en un permanente conflicto, donde los gimnasios se llenan y las librerías se vacían. Aquí, el aplauso es cínico."

http://www.eurosport.es/futbol/blog-uria-el-aplauso-del-cinismo_sto5429927/story.shtml

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